Un otorrino prescribe una aspirina diaria a un paciente afectado por acúfenos

Hemos recibido un correo de Manuel, que reside en Madrid, cuyo contenido literal es el que sigue:

Tengo acúfenos en el oído derecho desde hace más de 10 años, no obstante, desde el primer momento me adapté bien y no me han ocasionado la menor molestia. Pero, desde hace poco más de un mes, no sé por que razón, lo que hasta ahora no me molestaba, me está volviendo literalmente loco, tanto de día, como sobre todo, de noche, tanto que tengo que recurrir, con más frecuencia de la que me gustaría, a tomar orfidal. He visitado un otorrino, que me ha recetado adiro durante un mes y eron durante dos meses. Por otra parte, veo en la web que la aspirina es ototóxica, así que no sé si seguir con el adiro. En cualquier caso, me gustaría que me recomendaran a algún especialista en Madrid a quien acudir, así como cualquier consejo o sugerencia que me pueda hacer para tratar de reaprender a convivir con el ruido.

El fármaco adiro tiene como principio activo el ácido acetilsalicílico (aspirina). Son comprimidos recubiertos con una cubierta entérica que hace que el ácido acetilsalicílico no se libere inmediatamente en el estómago, sino de forma retardada en el duodeno. Los demás componentes son celulosa en polvo, almidón de maíz, copolímero de ácido metacrílico tipo C, dodecilsulfato de sodio, polisorbato 80, talco y citrato de trietilo.

El ácido acetilsalicílico, a la dosis presente en este medicamento, pertenece al grupo de medicamentos denominados antiagregantes plaquetarios. Las plaquetas son unos componentes de la sangre, más pequeños que los glóbulos rojos y blancos, que se agregan cuando la sangre coagula. Al prevenir dicha agregación, los antiagregantes plaquetarios reducen la posibilidad de que se produzcan coágulos sanguíneos (trombos).

En todos los listados de fármacos ototóxicos que hemos consultado, y en nuestro listado Acúfenos y Fármacos, aparece el ácido acetilsalicílico como muy ototóxico, y si se toma durante algún tiempo la ototoxicidad es permanente, distinta de la de otros fármacos ototóxicos que generan acúfenos transitorios que cesan al cesar la toma del fármaco.

No podemos entender que un otorrino pueda prescribir ácido acetilsalicílico a un paciente con acúfenos, o lo que es lo mismo, que desconozca la ototoxicidad de este fármaco.

Tenemos un testimonio de otra persona afectada por acúfenos al que también le prescribieron adiro. Este testimonio es verbal, pero no por ello es menos ilustrativo. Josep de Valls (Tarragona) nos dice:

Tenía un acúfeno de muy escasa entidad hasta el punto de que no me molestaba en absoluto. Debido a un problema circulatorio acudí al médico de cabecera del Centro de Atención Primaria, el cual no sabía de mi acúfeno, y me recetó adiro, del que debía tomar una pastilla de 100 mg cada día a la hora de comer durante 2 meses. A las 3 semanas de tomarlo mi problema circulatorio se había resuelto y mi acúfeno se había disparado. Ahora, 8 años después de haber tomado adiro durante 3 semanas, mi acúfeno sigue con la misma intensidad, por lo que deduzco que, por lo menos en mi caso, la ototoxicidad del ácido acetilsalicílico es permanente, es decir, aún después de dejar de tomar el adiro, la intensidad del acúfeno se mantiene. En una visita posterior al médico, éste me dijo que ignoraba que yo tenía un acúfeno y que desconocía la ototoxicidad del ácido acetilsalicílico, y me aseguró que lo que me había pasado a mí ya no le pasaría jamás a ninguno de sus pacientes.

Este segundo caso tiene el atenuante de que el médico era de medicina general y desconocía que Josep tenía un acúfeno; pero en el caso de Manuel no hay atenuantes que valgan.

Nuestra intención al exponer estos casos es prevenir a nuestros lectores para que nos les ocurra lo que les ha pasado tanto a Manuel como a Josep.