ANSIEDAD – Las emociones y los acúfenos

Es conocido que las consecuencias psicológicas de los acúfenos más comunes son ansiedad, falta de concentración, insomnio, depresión e incluso malhumor. Entre estas consecuencias la ansiedad suele ser la más habitual, por lo que los afectados al iniciar un tratamiento de habituación, sea cual sea, deben superar sus problemas de ansiedad, sea con la ayuda de su psicólogo sea con la prescripción de fármacos. Puede ser útil a muchos lectores informarse sobre la ansiedad y su tratamiento.

La ansiedad es una emoción, y una emoción es un impulso involuntario originado como respuesta a los estímulos del ambiente, que induce sentimientos en el ser humano y desencadena conductas de reacción automática. Se considera que la especie humana puede ser capaz de controlar sus emociones de manera consciente (inteligencia emocional).

Los tipos de emociones más comunes son:

  • Miedo: anticipación a una amenaza o a un peligro.
  • Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto.
  • Aversión: disgusto, asco.
  • Ira: rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.
  • Alegría: diversión, euforia, gratificación, sensación de bienestar y de seguridad.
  • Tristeza: pena, soledad, pesimismo.

La ansiedad es una emoción asociada al miedo y la función del miedo es la protección. Puede definirse que la ansiedad es una emoción asociada al miedo que provoca una respuesta involuntaria y cuya función adaptativa es la protección. Nos protege preparando a nuestro organismo para la lucha o para la huída. Ante un peligro, o una situación que percibimos como peligro, la ansiedad prepara nuestro organismo para enfrentarnos al mismo o bien para apartarnos de él lo más rápidamente posible. Nos prepara provocando en nuestro organismo una serie de procesos dirigidos a aumentar el flujo sanguíneo en el cerebro y en las extremidades. En el cerebro para poder evaluar el posible peligro de forma rápida y eficaz, y en las extremidades para poder huir si es necesario. La ansiedad agudiza nuestros órganos sensoriales, entre ellos los de la audición.

Cuando se produce una respuesta de ansiedad, primordialmente se producen cambios fisiológicos que pueden dar lugar a sudoración, tensión muscular, palpitaciones, taquicardia, temblores, molestias en el estómago, otras molestias gástricas, dificultades respiratorias (hiperventilación), sequedad de boca, dificultades para tragar, dolores de cabeza, mareo, náuseas, inestabilidad, etc.

Además de las respuestas fisiológicas descritas, la ansiedad presenta un componente cognitivo: preocupación, temor, inseguridad, dificultad para decidir, miedo, pensamientos negativos sobre uno mismo, pensamientos negativos sobre la actuación ante los demás, temor que se den cuenta de las dificultades propias, temor a la pérdida de control, dificultades para pensar, estudiar, concentrarse, etc. y un componente motor: evitación de situaciones temidas, fumar, comer o beber en exceso, intranquilidad motora (movimientos repetitivos en piernas o manos, rascarse, etc.), ir de un lado a otro sin finalidad concreta, tartamudear, llorar, quedarse paralizado, etc. La ansiedad es la respuesta que da el organismo para defendernos de los peligros existentes en el medio ambiente.

Las emociones y los acúfenos

Los acúfenos generan en el afectado emociones de sorpresa, miedo, ansiedad, culpabilidad, indefensión y depresión. Ante la falta de soluciones efectivas para su problema, el afectado pone en práctica soluciones erróneas por su cuenta, y adopta, en ocasiones, conductas desadaptativas que acaban reforzando los acúfenos y retrasando la habituación. Entre estas soluciones erróneas señalamos las conductas de evitación, la ilusión del control y la búsqueda de relaciones causa-efecto.

Las conductas de evitación consisten en una serie de actuaciones encaminadas a no oir los acúfeno tapándolos con ruidos ambientales o de cualquier otro tipo. Reducen a corto plazo la ansiedad al no percibirlos, pero a medio y largo plazo no hacen otra cosa que perpetuar e incrementar el miedo. Si al miedo se le agregan conductas de evitación, se puede producir una fobia al acúfeno, y es imposible habituarse a estímulos fóbicos.

La ilusión del control consiste en una creencia errónea según la cual si se está siempre pendiente de los acúfenos, estos podrán controlarse y en caso contrario si se dejan a su libre albedrío, los acúfenos se desbordarán y agobiarán a la persona afectada. Lo que realmente sucede es que si siempre se está pendiente de los acúfenos éstos controlan la vida de la persona, e incluso en momentos en los que no se perciben hay una tendencia a buscarlos para confirmar que realmente no se escuchan.

Las relaciones causa-efecto consisten en intentar descubrir cuales son las actuaciones, los alimentos, las situaciones, las circunstancias, etc. que provocan, aumentan o disminuyen los acúfenos, creando una falsa esperanza de encontrar un camino por esta vía. Ocurre frecuentemente que a los pocos días las expectativas se derrumban al comprobar que siguiendo el mismo proceso previamente marcado, los acúfenos aumentan de intensidad; y todo ello conlleva un aumento de la fustración y de la indefensión.

Solución correcta

Consiste en el afrontamiento (no evitar el silencio) y en el tratamiento de la ansiedad mediante la práctica de técnicas cognitivas, de relajación y centradas en la conducta y el empleo de fármacos. Por afrontamiento debe entenderse plantar cara a los acúfenos, no evitarlos y no esconderse de ellos. Las conductas contrarias al afrontamiento son habituales pero no son recomendables. Entre ellas cabe citar: poner la radio o la música ambiental, dormir con la ventana abierta al ruido de la calle, acercarse a las fuentes sonoras, etc., cosas todas ellas que pueden hacerse, pero no con el objetivo de enmascarar los acúfenos.

Afrontamiento no es enfrentamiento. No hay que luchar contra los acúfenos, ya que la lucha contra un estímulo que no se puede vencer no hace más que alimentar la frustación e incrementar la ansiedad propia de esta situación. Tampoco debe aceptarse de una forma sumisa. No hay que someterse a los acúfenos y que éstos dirijan la vida del afectado, ya que esta actitud crea indefensión, que es una de las bases de la depresión. Un afrontamiento correcto consiste en una aceptación activa de los acúfenos, es decir, darles la cara y adoptar medidas que reduzcan la ansiedad que nos generan.

Fármacos para tratar la ansiedad
Los más prescritos para tratar la ansiedad son las benzodiacepinas, cuyo efecto es rápido y actúan sobre el componente fisiológico de la ansiedad. Los ansiolíticos mejoran la sintomatología de forma notoria pero no resuelven el problema, además a medio plazo pueden provocar problemas de tolerancia y a largo plazo problemas de dependencia. El control médico riguroso debe estar presente en todo empleo de fármacos y debe evitarse la automedicación, el abandono de la medicación por decisión propia y la modificación de las dosis prescritas.

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