LA FRUSTRACIÓN GENERADA POR EL ACÚFENO ACENTÚA SU CARÁCTER INTRUSIVO

Nicolas Dauman, Psicólogo Clínico, Universidad de Poitiers

El texto que sigue es una transcripción de un artículo publicado en la revista Frontiers in Aging Neuroscience en 2017, en la que varios miembros de France Acouphénes aportaron su testimonio sobre su experiencia cotidiana a causa de sus acúfenos. Presentamos en lo que sigue una traducción al español centrada en los resultados del estudio, con objeto de que estos testimonios sean conocidos por otros pacientes con acúfenos y que la experiencia de los participantes pueda ser útil a otras personas enfrentadas a idénticas dificultades cotidianas.
La hipótesis que nos propone este estudio, a partir del análisis comparado del testimonio de 12 participantes, no se limita a incluir exclusivamente los aspectos psicológicos y los somáticos de los acúfenos, sino que se propone integrar las consecuencias de los acúfenos en la perspectiva global de la experiencia individual.

Inicialmente, cabe destacar las diferencias en las molestias causadas por los acúfenos, no solo de un participante a otro (como se indica a menudo en la literatura científica), sino también en un mismo participante de un momento a otro del mismo día, y según distintos periodos de su vida. La intrusión de los acúfenos no es constante en el tiempo. Una oportunidad terapéutica se presenta a partir de esta variación que constatan y conocen muchos pacientes. Nuestra hipótesis es la siguiente:

La intrusión de los acúfenos varía en función de grado de frustración que siente la persona en el curso de sus interacciones con su entorno físico y social.

Esta hipótesis constituye una orientación general de las observaciones que se presentan. Cada una de estas observaciones permite ilustrar el papel de la frustración mediante ejemplos de circunstancias asociadas a una gran frustración por los acúfenos, y otros que testimonian una disminución de esta experiencia frustrante por conductas que puede aportan una satisfacción que se puede prolongar en el tiempo.

El objetivo de esta reseña es ayudar al lector a identificar las fuentes de frustración susceptibles de acentuar la intrusión de los acúfenos, ilustrándolas con testimonios de pacientes que sufren experiencias cotidianas similares a las suyas. En lo que sigue solo citamos algunos de los ejemplos del estudio original, suficientes para mostrar el importante papel de la frustración tal como nos hemos propuesto. Hemos seleccionado los testimonios que aportan información sobre el papel de la frustración en la intrusión de los acúfenos, de acuerdo con la hipótesis formulada anteriormente.

Resultados del estudio

Los acúfenos: una fuente de frustración crónica. La primera cuestión que en este estudio nos llama la atención es la variabilidad del trastorno ocasionado por los acúfenos, de un momento a otro de un mismo día y de un día a otro, para la totalidad de los testimonios. El análisis comparado de numerosas situaciones de variabilidad de la intrusión de los acúfenos nos obliga a considerar estos cambios desde el punto de vista de la frustración. ¿Qué significa el término frustración y como debe entenderse en su relación con los acúfenos? La utilizamos para designar toda experiencia sufrida por la persona que trata de modificarla pero no lo consigue, en otros términos, una experiencia asociada a un deseo o a una finalidad que se encuentra obstaculizada y limitada por circunstancias externas. Dos ejemplos de frustración oídos a los testimonios;

1. La dificultad para comprender una conversación en grupo a causa del ruido. Se trata de una frustración de origen físico relacionada con la pérdida auditiva.
2. La incomprensión de los demás, hasta banalizar los acúfenos. Se trata en este caso de una frustración originada por las relaciones personales. Cuando los acúfenos son más intrusivos, según los testimonios, es más cierto que el término frustración se pueda aplicar a las circunstancias explicadas por los testimonios.

Vamos a ilustrar algunas de estas circunstancias en los testimonios recibidos con el fin de evidenciar la relación entre la intrusión y la frustración tanto física como social percibida por la persona. También nos parece interesante considerar esta relación entre la intrusión de los acúfenos y la frustración en el sentido inverso al planteado inicialmente.

La tolerancia a los acúfenos, es decir su menor intrusión en su percepción, puede ser cultivada realizando actividades gratificantes que no presentan obstáculos o que se puedan salvar fácilmente si los presentan. Algunos testimonios indican que los pueden olvidar, que no piensan en ellos lo que equivale a no oírlos cuando están realizando estas actividades.

Pérdida de la autonomía corporal

La presencia constante de los acúfenos es una fuente de interferencias con la vida cotidiana, sean actividades corrientes, como concentrarse en el trabajo, o sean actividades que requieren una atención constante, como participar en una conversación con varios interlocutores. Esta interferencia constante es la primera de las fuentes de frustración inducida por los acúfenos.

Distinguiremos dos aspectos en la conducta de la persona frente a la pérdida de autonomía corporal, que puede ser muy importante según manifiestan algunos testimonios: el esfuerzo por contener la invasión auditiva y el mantenimiento de las capacidades físicas, por razón de la vulnerabilidad producida por los acúfenos.

Contener la invasión auditiva

En función del entorno sonoro en el que se encuentra la persona, la presencia de los acúfenos es más o menos fácil de ignorar. El esfuerzo para contenerlos puede variar muchísimo, según que la situación permita un cierto control sobre lo que suceda alrededor de la persona. Esta constatación es más evidente en las personas que presentan pérdida auditiva, para los que un entorno muy ruidoso con mucha gente constituye una fuente de incapacidad para tratar la información auditiva, y por tanto una fuente de frustración que refuerza la intrusión de los acúfenos. Para otros, un entorno silencioso no permite olvidarse de los acúfenos tan fácilmente como cuando se escucha una música o una transmisión radiofónica. En definitiva, el esfuerzo para contener los acúfenos parece relacionado con las características del entorno sonoro, especialmente cuando la persona puede actuar sobre dicho entorno. Este punto es ilustrado por el testimonio siguiente. Se trata de un hombre de 62 años, que tiene acúfenos desde los 46 años, que ha encontrado en la utilización de una pequeña radio alrededor del cuello, la forma más apropiada para reducir la interferencia de los acúfenos sobre su actividad cotidiana. Destaca la importancia del control que ejerce sobre lo que oye a su alrededor.

Mi mujer siempre me dice: No comprendo porque llevas la radio alrededor del cuello y porque no te pones un casco. No, no me conviene el casco, ya que los sonidos que escucho no me interesan siempre. Es una herramienta que puedo tomar o dejar cuando yo quiera.

Al contrario de este control de la persona sobre su entorno sonoro, el nivel de intrusión de los acúfenos puede ser descrito como más insoportable en las situaciones en las que la persona no tiene el control de las situaciones en las que se encuentra. En la medida en la que la persona no puede controlar su entorno, resulta particularmente vulnerable a las circunstancias externas y a la conducta de los demás. Lo mismo ocurre cuando la situación parecía que iba a ser agradable, y se descubre que el entorno sonoro será más duro de lo que se había previsto. Tener que estar en un entorno poco conveniente por sus recursos físicos es una fuente de frustración para la persona, que puede repercutir en la intrusión de los acúfenos, como señala una señora de 75 años que hace 12 años que tiene acúfenos:

Comprendo rápidamente cuando una reunión social será ruidosa, y cuando dependo de otra persona para dejar la reunión y volver a mi casa es muy desagradable, y entonces trato de aislarme esperando que la reunión se termine. Esto es muy desagradable para mí, y pienso ¿Pero cuando se va a terminar? Y en este tiempo le aseguro que mis acúfenos son más fuertes.

Prevenir la fatiga

La fatiga que significa una atención continuada a la intrusión de los acúfenos, así como el conjunto de acciones para contenerla, como protegerse de los ruidos exteriores, son una fuente de debilidad y de laxación para la persona. Parece imprudente despreciar el riesgo que la fatiga acumulada influya negativamente en la tolerancia a la nocividad de los acúfenos. Esta es la razón por la que la moderación del ritmo de vida y la evitación de los posibles excesos (salidas, consumo de alcohol, etc.) requiere una vigilancia particular sobre las mismas. Los esfuerzos para soportar la presencia de los acúfenos, que deben realizarse todos los días, hacen indispensable mantenerse en forma física. La salud de los afectados toma una importancia particular, ya que condiciona la forma física que debe mantenerse. En primer lugar hay que asegurarse que se podrán afrontar los acúfenos a lo largo de toda la jornada. La perspectiva de un tiempo de calma o de descanso, o bien de un tiempo para uno mismo, ayuda a soportar los momentos de crisis en los que la persona tiene el sentimiento de que no podrá superarlo.

La importancia de la moderación en la participación social se basa en la experiencia de una disminución de la intrusión de los acúfenos, si el ritmo de vida es conforme a las capacidades físicas de la persona. Esto implica tener un conocimiento lúcido de sus capacidades, con objeto de no despreciar el impacto de los acúfenos sobre los recursos físicos, como lo explica el testimonio de una mujer de 60 años con acúfenos desde hace 12 años:

Tengo uno o dos días de actividad, y al cabo de los dos días el acúfeno es muy fuerte, y me parece que no lo soportaré. Mi cerebro trabaja para compensarlo, me parece, para no ocuparme del acúfeno, pero llega un momento en que no lo consigo. Ahora ya conozco la situación, funciono al ralentí, hago pausas, reduzco los contactos, etc., pero antes me agotaba y me deprimía. Estas son las limitaciones que me he impuesto para soportar el acúfeno.

Las dificultades que comporta una acumulación de la fatiga son particularmente sensibles en el caso de las actividades profesionales. A los esfuerzos para contener la intrusión de los acúfenos se añaden, inevitablemente, los esfuerzos para concentrarse, responder a los objetivos del trabajo, atender las relaciones profesionales, etc. No debe despreciarse el riesgo de agotamiento físico cuando la exigencia profesional y el hándicap inducido por los acúfenos (especialmente cuando hay, además, pérdida auditiva), acaba superando los recursos físicos de la persona.

La frustración de no poder realizar las actividades habituales como antes de que apareciera el acúfeno, puede hacer que aumente la intrusión de los acúfenos que interfieren con el curso normal de la vida. La lucha que pueden llevar a cabo algunas personas contra los acúfenos en un contexto profesional, se ilustra en el testimonio que sigue.

Cuando los acúfenos están en un nivel muy elevado, efectivamente, concentrándome en lo que hago en el trabajo o haciendo bricolaje, llego a olvidarlos. Pero llega un momento en el que no tengo la energía necesaria y al final del día pienso que hoy no he hecho gran cosa, en cambio sí que he hecho algo: he luchado para que este parásito, que aparece en las 24 horas del día, me permitiera realizar otras cosas distintas que ocuparme de él. Testimonio de un hombre de 57 años, cuyos acúfenos aparecieron hace 32 años.

Una falta de perspectiva sobre la experiencia que constituyen los acúfenos

La segunda causa de frustración en los testimonios de los participantes es una falta de perspectiva y de comprensión sobre el cambio originado por la aparición de acúfenos. Su percepción no encuentra una explicación satisfactoria durante mucho tiempo, es decir, sin una explicación conducente a una acción curativa, como un tratamiento para afrontar el trastorno que constituyen los acúfenos. Pasa el tiempo, y el sentimiento dominante es de un decalaje entre la gravedad inmediata percibida por los participantes y las escasas o nulas intervenciones y/o recomendaciones propuestas por los profesionales de la salud.

La espera de una consulta durante meses, que se une a la decepción de una ausencia de respuesta, alimenta el sentido de frustración: no hemos hecho nada, cuando era necesario hacer algo. Las respuestas que se proponen sobre un plan científico no son siempre factibles (y sobre todo raramente al inicio) en la práctica para los pacientes que sufren. Esta falta de perspectiva sobre la experiencia de los acúfenos puede traducirse en dos conductas distintas observadas en los testimonios: una intensa necesidad de comprender los mecanismos que producen los acúfenos y una dolorosa resolución a soportar la ausencia de tratamiento por un tiempo indeterminado.

Entender los mecanismos de los acúfenos

La búsqueda de explicaciones es un aspecto característico de la conducta adoptada en los primeros tiempos después de la aparición de los acúfenos. Esta búsqueda parece inducida, por una parte por la falta de explicaciones dadas por los profesionales visitados y, por otra parte, por la decisión de conocer toda solución potencial que permita conocer la causa y desarrollar un tratamiento. Es así que se multiplican las consultas para determinar una serie de características corporales para eliminar causas posibles de los acúfenos: exámenes neurológicos, audioprotésicos, odontológicos, osteopáticos, etc.
A medida que pasa el tiempo la ausencia de respuesta aumenta la frustración de pensar que se trata de un problema que no va tener solución y que no se puede definir. La convicción de que se ha producido un cambio anormal contrasta con la ausencia de certezas en cuanto a la razón de este cambio, que resulta indefinido y difícil de identificar.

A esta dificultad esencial concerniente a las posibles causas de los acúfenos se une una segunda fuente de frustración: la de sufrir las variaciones de la intensidad o de la intrusión de los acúfenos, sin conocer la razón de las mismas. El testimonio que sigue, una mujer de 79 años que tiene acúfenos hace 6 años, ilustra este sentimiento de encontrarse sin recursos frente a un cambio imprevisible.

Varía siempre. Verdaderamente es extraño. Un día es más fuerte, y al siguiente lo es menos, lo malo es que no sabe nunca como va a ser. Aunque sé rápidamente si mis acúfenos serán fuertes durante el día. Hoy se pueden soportar, pero ayer fueron insoportables. Y puede que mañana sean más fuertes como si tuviera que pagarlo por haber tenido hoy un poco de calma.

Las explicaciones científicas sobre la ausencia de gravedad de la presencia de los acúfenos tienen un efecto involuntariamente paradójico. Constituyen un alivio importante a las inquietudes de tener una patología peligrosa que pueda poner en peligro la propia existencia, sin embargo este alivio se acompaña de un sentimiento de encontrarse solo ante el hándicap para la vida cotidiana que son los acúfenos.

La variabilidad de la intensidad percibida de un día a otro, constituye un tema escasamente afrontado en la consulta. Los profesionales recomiendan ante todo no prestarle atención, con el fin de no perderse en preocupaciones insolubles sobre un problema que no se puede controlar. Pero la presencia de acúfenos cuya variabilidad parece misteriosa, es más intrigante que indiferente para la persona. Sin explicación científica sobre esta variabilidad, una acción de autoobservación del paciente se puede realizar con el fin de identificarla lo mejor posible y hacerle frente. El testimonio de un hombre de 61 años que tiene acúfenos hace 13 años ilustra esta búsqueda de información de una experiencia que resulta de difícil comprensión.

Hace algún tiempo yo hacía unas tablas con el programa Excel con mi presión arterial, la intensidad de mis emociones y la intensidad de mis acúfenos. Recogía totas las informaciones disponibles, como si yo fuera paciente y observador al mismo tiempo, para tratar de comprender lo que me pasaba.

Soportar la inexistencia de tratamiento inmediato

En relación a las acciones a realizar en el momento de aparición de los acúfenos, en el que los puntos de vista de los afectados y de los profesionales consultados presentan mayores diferencias. Para esos últimos comprobar la ausencia en la mayor parte de los casos de una patología causante del acúfeno es un paso importante en la investigación médica. Lo peor parece estar descartado desde este punto de vista y en ausencia de patología lo principal está salvaguardado: la vida del paciente no corre peligro alguno y no hay riesgo de que las cosas se degraden. Pero desde el punto de vista del que sufre, por el contrario, lo esencial es incierto.
¿Cómo soportar vivir con una intrusión de esta naturaleza todas las horas y todos los días? ¿A qué tipo de conducta o de habituación de la que hablan los profesionales? Hay que habituarse es sin duda una de las frases más escuchadas según nos explican los participantes en el estudio, como consecuencia de sus consultas a los profesionales de la salud. En ausencia de explicaciones prácticas, este discurso no siempre entendido, tiene más posibilidades de suscitar la cólera y el desánimo en la persona que sufre el acúfeno.

Al principio, a menudo he escuchado el discurso: No se preocupe señora, usted se habituará. Esto no es grave, va a mejorar. Usted llegará a vivir con el acúfeno (de cualquier forma deberá vivir con él) y por ello usted se habituará ya desde ahora mismo. Cuando la única cosa que yo quería era perder de vista los acúfenos, no podía comprender este discurso … Aunque estos profesionales tenían razón, yo pensaba que me tomaban el pelo. Lo que me decían me resultaba tan desagradable como el propio acúfeno. Mujer de 75 años cuyo acúfeno apareció hace 13 años.

Perseverar ante la adversidad aparecida

El hecho de que los acúfenos sean invisibles contribuye en gran manera a una falta de comprensión por las personas del entorno del afectado. Es la fuente de frustración que aparece en tercer lugar en los testimonios de los participantes en el estudio. Es determinante en la importancia de una independencia del espíritu que se debe cultivar a lo largo del tiempo, para favorecer una tolerancia progresiva a los acúfenos.

Esta falta de comprensión de las personas del entorno es corriente ante los problemas auditivos que raramente son tenidos en cuenta por los interlocutores en las relaciones sociales. Esta cuestión hace particularmente sensible la calidad de las interacciones con el entorno al experimentar la intrusión de los acúfenos. Si existen conductas poco respetuosas con el sufrimiento asociado a los acúfenos, el problema parece residir en el hecho de que los que no tienen acúfenos no pueden verdaderamente entender que se trata de un problema permanente 24 horas al día.

Es la razón por la que la indignación hacia la falta de comprensión de los demás, con el tiempo se transforma en una atención más sostenida a las actividades propias que satisfacen. Describiremos en lo que sigue dos conductas características de la perseverancia de los participantes en el estudio frente a la adversidad representada por el acúfeno: la experiencia de vivir con una fragilidad que es invisible a los ojos de los demás y la exploración de actividades gratificantes de fácil realización e independientes del juicio de los demás.

Vivir con una fragilidad invisible

La mención de los acúfenos en las interacciones sociales suscita reacciones que van desde la indiferencia a la banalización, pasando por la incredulidad y la incomodidad de los otros. Es la razón por la que esta mención finalmente parece inútil siendo fuente de tensiones, en particular frente a los más cercanos que saben de esta fragilidad invisible. La dificultad proviene de la imposibilidad de ayudar de los demás más que de la incomprensión del problema de la persona que tiene acúfenos. Evocar constantemente sobre lo que nadie puede solucionar es una fuente de frustración para las dos partes: el que sufre los acúfenos y los que podrían ayudarle. Por tanto, el curso habitual de las relaciones sociales no está exento de dificultades para los participantes en el estudio, ya que la conducta de las personas del entorno no facilita los esfuerzos para spportar la intrusión de los acúfenos. Este punto se ilustra claramente en el testimonio siguiente.

Nos es que las personas de la familia no se lo crean, es que ellos no tienen acúfenos y no saben de los que estás hablando. Tengo una hija que ha comprendido perfectamente que tengo un problema, aunque a veces no le resulta fácil tenerlo en cuenta. Pero la otra hija no ha entendido nado. No se da cuenta que no es necesario hacer tanto ruido. Parece que no es que ella no se dé cuenta, es que ella lo olvida. Pienso que el problema es que los demás olvidan que el acúfeno es permanente, y nosotros en cambio no lo podemos olvidar. Mujer de 63 años, con acúfenos desde hace 9 años.

La falta de comprensión de este sufrimiento conduce a los afectados a renunciar a explicar su problema a los demás. Centrarse en uno mismo, aunque sea una actitud adoptada contraria a sus deseos, es fruto de las experiencias adquiridas por las actitudes de los demás. Esta actitud conduce a limitar la vida social. Limita también las explicaciones que con frecuencia son poco comprendidas tanto sobre el acúfeno como sobre los ruidos inherentes a las interacciones sociales.

Como consecuencia de todo ello es necesaria una independencia de espíritu para no estar constantemente pensando en su mala suerte, para poder participar en la vida social a pesar de los esfuerzos que ello requiere. Como indica el testimonio siguiente, pasa a menudo que estos esfuerzos no son perceptibles.

Al principio cuando yo empecé a tener acúfenos, los demás me decían: Tú te escuchas demasiado, deja ya de escucharte. Te preocupas por nada, yo también tengo acúfenos, etc. Comprendí que no podía hablar demasiado porque no me comprendían. Los demás me veían como una persona que exageraba mi problema. Como un hipocondríaco… Las únicas veces en las que hablo de mis acúfenos es cuando estoy agotado, para no hundirme. Hombre de 56 años que vive con acúfeno desde los 48 años.

Realizar actividades gratificantes

Es una observación frecuente en la experiencia de los participantes en el estudio, que puede conducir al fracaso o, por el contrario, a un aumento de la esperanza en la lucha contra la intrusión de los acúfenos. Se trata de la sensación experimentada por todos los afectados consistente en la reaparición de la percepción de los acúfenos en el momento en el que una actividad absorbente se interrumpe o se termina. El retorno inmediato de la intrusión hace vanos, inicialmente, los esfuerzos realizados para distraerse de la presencia de los acúfenos. Si es preciso en todo momento ocupar el pensamiento en otra cosa distinta de los acúfenos, estos esfuerzos parecen, en efecto, desproporcionados y sin verdaderos resultados. El testimonio que sigue ilustra esta situación.

El trabajo manual es el que me resulta más efectivo. Incluso en silencio llego a olvidarme de los acúfenos. Cuando me concentro sobre lo que hago, tratando de que mi trabajo sea perfecto, yo no oigo los acúfenos. Pero cuando dejo de concentrarme y de prestar atención a lo que estaba haciendo los acúfenos vuelven. Desde que dejo de concentrarme los acúfenos aumentan in crescendo y al cabo de 5 minutos los percibo más fuertes. Testimonio de un hombre de 56 años que hace 9 años que tiene acúfenos.

La situación expuesta en este testimonio se debe no solamente al hecho de que una vez terminada la actividad gratificante la percepción de los acúfenos aumenta, sino que se debe también al hecho de verificar que es imposible experimentar que los acúfenos ya no suenan. Esta ausencia, como indica el testimonio, es el efecto de una implicación total en una actividad que absorbe totalmente su atención, y que parece agobiar a muchas personas con acúfenos cuando esperan que los acúfenos desaparezcan. Esta situación ilustra particularmente la frustración inherente a los acúfenos: no es posible no percibirlos, lo que viene a ser el deseo más ansiado del que los sufre. Si se tiene en cuenta esta imposibilidad de percibir los acúfenos, un primer alivio y un aumento de la esperanza para el futuro, se manifiesta en la experiencia individual por desconocimiento del tema, como se manifiesta con lucidez en el testimonio de una mujer de 63 años que tiene acúfenos desde hace 13 años:

Un día me dí cuenta que no los había percibido durante un momento. Me pareció fantástico, ya que significaba que yo había llegado a no percibirlos permanentemente, aunque ahora pienso que es a causa de que los he percibido de nuevo que yo haya creido que antes no los percibía. No sé en qué orden esto ocurre exactamente, pero si usted lo piensa usted lo entenderá, no es un misterio.

Es esto lo que valora las actividades que la persona realiza por sí misma y para su propio placer, ya que el estado del espíritu que caracteriza estas actividades gratificantes es una implicación total de la persona en lo que realiza, lo que no deja lugar a las preocupaciones y a las frustraciones, que en muchas casos no faltan además de los acúfenos. Nótese que estas actividades están motivadas por la búsqueda de placer, lo que las hace importantes para la persona. Pueden ser ir a nadar, escuchar música, oasear, leer, teatro, cine, etc. Su punto en común es que se ajustan a las capacidades y a los gustos de la persona con acúfenos, que las pueden realizar sin tener que salvar obstáculos insalvables. Una satisfacción está siempre asociada a la realización de algo, así que siempre es posible obtenerla cuando el deseo de la misma aparece. Pior todos estos motivos, estas actividades son cultivadas espontáneamente por los participantes en el estudio que han sabido desarrollar una tolerancia progresiva a sus acúfenos.

Discusión

Los testimonios transcritos muestran una actitud de moderación por parte de los pacientes, frente a las fuentes de frustación que aparecen en el curso habitual de su vida. Evitar una acumulación de fatiga y un exceso en la conducta individual, como alcohol, salidas, actividades ruidosas, etc. parecen condiciones importantes para mantener los recursos físicos necesarios para tolerar los acúfenos.

Esta prudencia en la aceptación de los sucesos externos a la persona, debe acompañarse de la implicación de la persona en las actividades que realiza, sea por ella misma sea en contacto con otros, con el propósito de obtener satisfacciones que compensen, en parte por lo menos, la experiencia desagradable de los acúfenos.

Cada profesional puede contribuir a modular la frustración inducida por los acúfenos, sea sobre un plano auditivo y funcional, sea sobre otros planos: corporal, emocional, personal. El conjunto de decisiones tomadas encuentra su orientación en la experiencia individual del paciente que sufre. Es evidente que la presencia del acúfeno no ayuda en nada a soportar las frustraciones que cada uno puede experimentar en su vida cotidiana ajenas al acúfeno, más bien cabe señalar que es un factor que las agrava. El lector de estos testimonios comprenderá sin duda que los que no tienen acúfenos juegan un papel esencial en la tolerancia de la intrusión generada por los acúfenos.

Una pregunta que nos ha sido formulada se refiere a la duración de la visita al profesional de la persona sumergida en la intrusión de los acúfenos. Dado que los acúfenos una vez aparecidos se perciben continuamente y por un tiempo indeterminado, un encuentro con un profesional de la salud que no exceda de la duración habitual de una consulta médica tiene muchas posibilidades de aparecer con insuficiente a los ojos del paciente. Por el contrario, los profesionales que consagran un tiempo considerable y muestran una implicación tienen muchas posibilidades de transmitir una esperanza al paciente que ha solicitado su ayuda.

Estas reflexiones sobre la acción de los profesionales de la salud se encuentran en todos los testimonios. Se trata de un recurso al alcance de los profesionales, y también de las personas del entorno del paciente, no solo cuando aparece el acúfeno sino también a lo largo del período en el que el afectado trata de hacer frente a la intrusión de los acúfenos.

Desde este punto vista, el hecho de que los otros no tienen acúfenos puede ser una suerte para los que los tienen, ya que permite mantener al afectado en contacto con sus interacciones sociales y con el curso de los acontecimientos en los que cada uno se sumerge para olvidar su frustración y su sufrimiento.

Es destacable que una simple conversación digna de interés llegue a hacer salir al paciente del sufrimiento e invasión de los acúfenos. Las palabras intercambiadas no pueden cubrir los acúfenos, pero al tener una conversación interesante el afectado ha podido olvidar unos instantes sus preocupaciones inmediatas para conocer otros aspectos de la realidad distintos de los que conoce por sí mismo.

Este alejamiento de la experiencia inmediata parece importante para alejarse de la intrusión de los acúfenos. Lo encontramos en la implicación en actividades sociales o asociativas, y en la realización de proyectos profesionales o de desafíos personales que no tienen nada que ver con los acúfenos.

Si los acúfenos están asociados fuertemente a la frustración como hemos tratado de explicar en este resumen, queda por explicar que la elección de las actividades que permitirán el alejamiento de la percepción de los acúfenos dependerá exclusivamente de las preferencias y aptitudes de cada uno. Los participantes en el estudio que ponen en práctica estas experiencias son conscientes de que deben cultivar este estado de su espíritu sin dejar de tener en cuenta los límites impuestos por los acúfenos, por razón de la fatiga que conllevan.

La tolerancia que cultivan estos participantes reposa sobre un equilibrio entre dos actitudes extremas: una búsqueda de distracciones de cualquier naturaleza y una preocupación constante por los acúfenos. Estas dos actitudes conducen a un olvido del sufrimiento cuando están en contacto con otros, y en la puesta en práctica de las actividades y de los proyectos que hacen que la existencia de cada uno, a pesar de todo, sea digna de ser vivida.