elizo escribió:Para quienes se encuentran de repente con hiperacusia y están un poco perdidos, especialmente porque no han dado con un otorrino que sepa informarles adecuadamente (lo que desafortunadamente ocurre a menudo), he decidido escribir este post para aportar la información básica sobre la hiperacusia y sobre todo para proporcionar un método para tratarla. Confío en que os sea de ayuda.
Editaré este post a medida que pueda aportar más información, realizar mejoras, o correcciones.
CONCEPTOS BÁSICOS
La hiperacusia es la percepción de los sonidos como más altos de lo que realmente son, llegando a causar molestias o dolor en los oídos. Se desconoce exactamente lo que la causa, y ésta no es una enfermedad en sí misma sino que es un síntoma de lo que la causa, al igual que ocurre con los acúfenos.
Con frecuencia la hiperacusia se presenta en personas con una audición normal o incluso muy buena, al menos entre las frecuencias que se suelen medir en una
audiometría tonal (de 125 Hz a 8000 Hz). No hay que confundir la hiperacusia con reclutamiento auditivo, que básicamente sería una mezcla entre hiperacusia e hipoacusia (pérdida auditiva importante).
La hiperacusia puede aparecer por diferentes motivos. El origen puede ser periférico (relacionado con el oído medio/interno), central (relacionado con algún problema en el procesamiento central del sonido en el cerebro).
La causa más habitual de hiperacusia es la de trauma acústico, ya sea por un sonido muy fuerte repentino, o por la degradación progresiva de las células ciliadas del oído interno debido a una exposición a sonidos por encima de 85 dB durante mucho tiempo.
Junto a la hiperacusia es muy frecuente que aparezcan también acúfenos. Cuando se tienen acúfenos e hiperacusia, primero se trata la hiperacusia.
El UCL (Uncomfortable Level) es el umbral de tolerancia al sonido, o umbral de "disconfort". Es un valor en dB que indica la intensidad a partir de la cual los sonidos nos resultan molestos. Cuanto más bajo es el UCL, más grave es la hiperacusia. Los valores normales del UCL en una persona sana están alrededor de 100 dB.
Existen cuatro niveles de severidad de hiperacusia en función del UCL y de cómo afecta a nuestra vida diaria. Estos niveles son: leve, moderada, severa, muy severa/crítica/grave. El UCL de ésta última categoría puede llegar a 30 dB.
La prueba para encontrar el UCL consiste en escuchar unos tonos en diferentes frecuencias e indicar en qué momento nos resultan molestos. Esta prueba debe ser realizada por un audiólogo experto que conozca los fundamentos de la hiperacusia.
En las personas que padecen hiperacusia a veces pueden aparecer de forma espontánea pitidos (acúfenos) intensos de muy corta duración, en general unos 10 segundos. Se conocen técnicamente como TST (Transient Spontaneous Tinnitus). Pueden aparecer en uno o ambos oídos, en cualquier frecuencia. Se desconocen las causas exactas de por qué se producen. Las hipótesis que se manejan son que puede ser el resultado de la muerte de una única célula ciliada, o bien de un proceso de estabilización de las células ciliadas externas. Sea como sea, no predicen un empeoramiento, no hay que darles ninguna importancia.
En el oído medio existen dos pequeños músculos que tienen relación con algunos de los síntomas que aparecen junto a la hiperacusia. Son el músculo tensor del tímpano y el músculo del estapedio. Su función es la de proteger al oído interno de sonidos intensos. La disfunción de estos músculos se conoce como el síndrome del músculo tensor del tímpano tónico (TTTS) y la mioclonia estapediana, respectivamente. Algunos de los síntomas que producen son dolor, vibración del tímpano y vértigo.
Es común que las personas con hiperacusia desarrollen algún grado de misofonía o fonofobia. Éstas son formas de hipersensibilidad al sonido de
origen exclusivamente psicológico, en las que está involucrado el sistema límbico y el sistema nervioso autónomo. Se trata de aversión a los sonidos, una respuesta que produce enfado, miedo, ansiedad... y
hace percibir a los sonidos más altos de lo que realmente son. La fonofobia puede verse como una forma extrema de misofonía. Si están presentes en quien padece hiperacusia, puede ser necesario tratarlas de forma independiente mediante un protocolo específico de terapia sonora, terapia psicológica, o con fármacos.
Para la hiperacusia por trauma acústico,
a día de hoy, la mejor forma de tratarla es mediante terapia sonora. Todavía no existe una cura completa, pero mediante la terapia sonora nos podemos acercar lo suficiente a ella para llevar una vida normal. La terapia sonora puede ser efectiva en hiperacusia con otro origen diferente al de trauma acústico.
El sonido más recomendado para realizar la terapia sonora es el ruido rosa, un ruido de banda ancha similar al que producía la televisón analógica cuando no había ningún canal sintonizado. A algunos también les recuerda a una enorme cascada de agua. Tiene acentuadas más las frecuencias graves que las agudas. El porqué es idóneo para tratar la hiperacusia es porque estimula suavemente todo el espectro frecuencial del oído humano. Es un sonido constante sin significado que no reclama nuestra atención.
Hay otro tipo de sonidos también apropiados para la terapia sonora como los sonidos de la naturaleza (olas de mar, lluvia, corriente de agua, viento) o música sinfónica. El ruido blanco está desaconsejado para tratar la hiperacusia debido a que tiene la misma energía en todas las frecuencias, lo que supone un problema para los hiperacúsicos que, generalmente, tienen más dificultades para soportar las frecuencias agudas.
El éxito de la terapia sonora radica en la plasticidad cerebral, esto es, la capacidad del cerebro para tejer nuevas redes neuronales en función de los estímulos externos que recibe. Así pues, la terapia sonora consiste en reentrenar al cerebro para que no interprete como muy altos, intolerables y dolorosos, sonidos que no lo son para una persona sana.
El tiempo necesario para tratar la hiperacusia de forma efectiva es muy largo. Lo habitual es que sean necesarios al menos 3 meses y puede llegar a los 2 años o más. Como es lógico, el tiempo necesario va a depender principalmente de la severidad de la hiperacusia.
Las recaídas son frecuentes. Por ello,
quien padece hiperacusia debe centrar sus esfuerzos no solo en mejorar su tolerancia a los sonidos, sino también en que no empeore.
Para evitar que la hiperacusia empeore es imprescindible el uso de protección auditiva (tapones o cascos) para aquellas situaciones en las que estamos rodeados de sonidos muy altos o por encima de nuestro nivel de tolerancia. Sin embargo,
hay que usar la protección auditiva correctamente, pues una sobreprotección a largo plazo agrava la hiperacusia.
Existen diferentes tipos de tapones. Estos pueden ser de espuma, silicona, silicona moldeable, moldes hechos a medida, tapones con filtro, tapones para músicos... Cada tapón ofrece diferentes niveles de protección y unos son más cómodos de llevar que otros. Así pues, los tapones que hay que usar van a depender de la severidad de la hiperacusia, de la intensidad del ruido del que nos queremos proteger, de cuánto tiempo los vamos a llevar puestos, etc.
La terapia que parece dar mejores resultados con la hiperacusia es la TRT (Tinnitus Retraining Therapy), una terapia creada inicialmente para tratar los acúfenos pero que posteriormente se mostró eficaz para tratar también la hiperacusia. Sin embargo, hay pocos especialistas en el mundo que la practiquen y su coste es muy elevado. Si bien lo ideal sería ser tratado por uno de esos especialistas, para quienes no tienen acceso a ese tratamiento
existe la alternativa de realizar la terapia por nuestra cuenta. Y es la que vamos a ver a continuación.
TERAPIA SONORA
Existen diferentes variantes sobre cómo realizar la terapia sonora pero son todas muy similares. En primer lugar voy a contar la que he creado yo y la que desde mi experiencia mejor ha funcionado. Sin embargo, cada caso particular y las circunstancias que lo rodean pueden hacer conveniente realizar algunas modificaciones, de modo que sentíos libres de hacerlas si lo creéis necesario, o bien probad con otras formas de realizar la terapia hasta encontrar la que mejor os funcione. Cualquier terapia sonora para tratar la hiperacusia consiste básicamente en escuchar sonido de banda ancha a un volumen y un tiempo de exposición controlados, y aumentarlos progresiva y lentamente a medida que nuestra tolerancia mejora.
Es fundamental que la terapia sonora nunca nos provoque dolor.
Podéis descargar una pista de ruido rosa en formato wav
aquí. Es recomendable que no la convirtáis a mp3 o a cualquier otro formato de compresión de audio con pérdida de calidad, pero si no tenéis más remedio por limitaciones de vuestro reproductor, convertidla a la máxima calidad (320 Kbps en el caso de mp3). Esto es debido a que una compresión pobre eliminará frecuencias y modificará la señal de forma que la estimulación auditiva será menos eficaz.
La terapia sonora debe escucharse con altavoces o auriculares Hi-Fi para que reproduzcan bien todo el espectro frecuencial del sonido. En el caso de los altavoces, es recomendable colocarnos entre los dos altavoces como si fueran unos auriculares, aproximadamente a 1,5 metros de distancia de los oídos. En el caso de auriculares la recomendación es que sean
supraaurales abiertos para que permitan escuchar el sonido ambiente además del sonido de los auriculares.
Hay quien considera que los auriculares son más eficaces que los altavoces y viceversa. Mi opinión es que lo mejor es una combinación de los dos, si bien dependiendo de nuestra severidad y nuestro caso particular en ocasiones puede ser más conveniente uno que otro. En casos de severidad alta
los auriculares pueden sonar excesivamente altos incluso al volumen mínimo que permite el reproductor, que varía en cada uno de ellos. Los auriculares parecen estimular mejor el sistema auditivo pero hay que tener cuidado con ellos si el tiempo de exposición es largo. Hay que tener también en cuenta que la diferencia de volumen entre un punto y el siguiente se percibe mucho más alta con auriculares que con altavoces.
Es recomendable escuchar el ruido rosa con ecualización plana y con el resalte de graves desactivado. Sin embargo, si notamos que determinadas frecuencias nos resultan especialmente molestas podemos probar a ajustar la ecualización.
Debemos escuchar el ruido rosa en ambos oídos, aunque la hiperacusia sea unilateral. Los dos oídos deben escuchar lo mismo, al mismo volumen. Por lo tanto, si tenemos una diferencia de pérdida auditiva significativa entre ambos oídos debemos ajustar el balance stereo del reproductor para equilibrar el volumen. Otra posibilidad es ajustar el balance modificando el archivo wav original con un editor de audio como
Audacity.
Divido la terapia en dos partes, la de corta duración y la de larga duración. Ambas deben realizarse todos los días. Sea como sea,
el sonido que escuchamos nunca nos debe producir dolor. Sí es posible notar algunas molestias que hay que ignorar, pues forman parte del proceso de reentrenamiento auditivo. También es normal, especialmente en la terapia de corta duración, que al finalizar la sesión los acúfenos hayan aumentado de volumen, pero bajarán en poco tiempo con el reposo adecuado.
La terapia de corta duración consiste en una sesión diaria de 10 minutos de ruido rosa. En ella nos vamos a exponer a
un volumen un poco por debajo del límite de nuestra tolerancia. Esta terapia corta es especialmente útil en hiperacusia severa, ya que nos ayuda a protegernos de ruidos cotidianos que nos pueden hacer recaer, y al ser tan corta es más fácil de tolerar que la duración estándar de 30 minutos. Para hiperacusia moderada/leve el tiempo de la sesión se puede extender a 20 minutos. Hay que realizar esta terapia cuando nuestros oídos están descansados.
Lo primero de todo es encontrar el volumen con el que vamos a empezar la terapia. Para ello, buscamos un volumen alto pero que al mismo tiempo nos resulte soportable. Puede ocurrir que a los 3 minutos empecemos a notar dificultades para seguir, lo que indica que el volumen es demasiado alto. Debemos encontrar, a base de prueba y error, el volumen más alto que nos permite realizar la sesión completa de forma que al acabar nos sintamos cómodos y con la sensación de que podríamos seguir algunos minutos más.
Una vez que hemos conseguido escuchar la sesión completa con comodidad, seguimos con el mismo volumen 3 días más para asentarlo, y al cuarto día lo subimos un punto.
Si durante el transcurso de la sesión sentimos que el volumen está demasiado alto y surge en nosotros el deseo de terminar cuanto antes lo mejor es abortar la sesión, ya que tratar de completarla podría dejarnos los oídos muy sensibles y provocarnos una recaída. Al día siguiente volvemos a intentarlo tratando de estar más tiempo que el día anterior.
Durante la sesión debemos realizar alguna actividad compatible que nos mantenga distraídos, con el foco puesto en otra cosa que no sean nuestros oídos. Debemos oír el ruido rosa, pero no escucharlo. Estar contínuamente pendiente de nuestros oídos, de nuestro progreso o tener miedo a si nos vamos hacer daño, es altamente perjudicial para nuestro propósito.
El miedo es capaz de convertir sonidos que no son perjudiciales en perjudiciales.
Por lo que respecta a la terapia de larga duración, la forma de proceder es análoga a la de corta duración. Si el propósito de la terapia de corta duración es el de entrenar al cerebro a soportar los sonidos más altos, el de larga duración es el de entrenar al cerebro a soportar tiempos de exposición más largos.
Se puede empezar con 30 minutos (o menos si nuestros oídos no lo aguantan) y aumentar el tiempo progresivamente hasta alcanzar 2 horas seguidas. El tiempo se puede aumentar en pasos de 5/10 minutos. El volumen debe ser el más alto que sea confortable y que veamos que podemos aguantar durante bastante tiempo. Si aparece dolor o empezamos a notar que los oídos se están volviendo más sensibles bajamos el volumen o abortamos la sesión. En caso de que esto ocurra, al día siguiente debemos seguir con el mismo tiempo hasta que se pueda soportar bien. Una vez que se alcanzan las 2 horas, se sube el volumen un punto y se vuelve a empezar con 30 minutos.
Enriquecimiento sonoro
El enriquecimiento sonoro consiste en exponer al oído a una extensa variedad de sonidos agradables y que no supongan un desafío para nuestros oídos las 24h del día, incluso mientras dormimos.
Esta es una parte esencial del tratamiento de la hiperacusia que no debe ser descuidada.
El silencio prolongado es perjudicial incluso para una persona sana. La hiperacusia se trata estimulando al oído con sonido, y el silencio va justo en el sentido contrario, por lo que retrasa la recuperación. Sin embargo, no hay que tomar esta medida al pie de la letra, ya que tras una sobreexposición en ocasiones puede ser recomendable dejar descansar a los oídos en silencio durante unas horas.
Los sonidos más apropiados para el enriquecimiento sonoro son los de la naturaleza y la música. Aún así, no hay ningún problema en seguir utilizando ruido rosa para el enriquecimiento sonoro. También es recomendable exponerse al ruido ambiente de la calle si la severidad de la hiperacusia y el nivel de ruido lo permiten. En general, es bueno estimular a los oídos con todo tipo de sonidos siempre que éstos no nos provoquen aversión o miedo.
El enriquecimiento sonoro debe hacerse siempre a un volumen confortable, no importa lo bajo que éste sea. Es preferible dormir con un volumen prácticamente inaudible a dormir en silencio. Si bien, si el sonido tiene significado, como los diálogos de la TV o la música con letra, es conveniente que el volumen sea lo suficientemente alto de forma que no se fuerce al cerebro a amplificar la señal auditiva para entender ese significado.
Para sonidos de la naturaleza algunas de las opciones que podéis usar son:
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Aire Freshener (Software gratuito)
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Natura Sound Therapy
-Colección de CD's de "Echoes of Nature"
Otras variantes para realizar la terapia sonora son éstas:
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Terapia de ruido de banda ancha de la Hyperacusis Network
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Terapia sonora en campo abierto.
RECAÍDAS
Sin duda la recaída es de lejos el factor que más alarga la recuperación y más desgaste psicológico genera. Ver cómo la mejora conseguida en un mes entero de terapia se pierde por completo en solo un instante es muy difícil de digerir, sobre todo cuando esto se repite una y otra vez. Y es inevitable tener recaídas, porque sencillamente es imposible controlar durante tanto tiempo los sonidos a los que nos exponemos. Por todo ello,
es muy importante saber reaccionar cuando se produce una recaída. Voy a dar algunos consejos que pueden ayudar a salir airoso.
Lo primero que hay que hacer es reposo hasta que las sensaciones de dolor, sensibilidad y acúfenos altos hayan desaparecido o bajado bastante.
Una vez que los oídos han descansado debemos exponernos al sonido empezando por el volumen más bajo, e ir subiéndolo a medida que vemos que nuestros oídos lo soportan bien. No debemos quedarnos en silencio aunque los oídos presenten molestias o fatiga. En esos casos es mejor estar expuesto a sonido confortable, ignorar esas molestias, y tener paciencia.
Cuando se produce una recaída es importante tratar de no bajar el volumen que hemos conseguido tolerar en la terapia antes de la recaída, ya que si a cada recaída que tenemos volvemos a empezar desde el principio, podemos entrar en un círculo vicioso del que no salimos nunca. Para esto puede ayudar el reducir el tiempo de duración de la terapia, aunque se quede en muy pocos minutos. Sin embargo, aún así a veces no hay más remedio que bajar el volumen, pero hemos de tratar de hacerlo lo imprescindible.
Otro punto a destacar para superar una recaída es tener la paciencia de renunciar a lo que ya habíamos conseguido tolerar, pues actuar como si la recaída no se hubiera producido puede agravar mucho nuestra hiperacusia.
ERRORES COMUNES
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Sobreprotección. Es quizá el error más común. Algunos sonidos nos molestan, nos hacen recaer y perder la mejora que tanto cuesta conseguir. Los oídos nos duelen y con silencio dejan de doler. Así que casi sin darnos cuenta empezamos a usar tapones o buscar el silencio del hogar de forma indiscriminada. Evitar de forma continuada una determinada intensidad de un sonido nos volverá más sensibles a ese sonido. La sobreprotección puede agravar la hiperacusia casi tanto como la sobreexposición. La forma de resolver este dilema es
no dejar de escuchar en la medida de lo posible aquellos sonidos que nos molestan, aunque solo los escuchemos durante unos pocos segundos. Esta es una de las claves para que la hiperacusia no empeore.
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Sobreexposición. Que los sonidos por encima de nuestro nivel de tolerancia pueden agravar la hiperacusia es un hecho y por lo tanto hay que tomar medidas para protegerse de ellos mediante protección auditiva o simplemente evitando esos sonidos. No hay que dejar de escuchar los sonidos que nos molestan pero
siempre hay que protegerse de los sonidos que nos provocan dolor. No debemos olvidar que también nos podemos sobreexponer con sonidos confortables al principio pero que tras un tiempo de exposición largo empiezan a ser perjudiciales. Hay que encontrar un equilibro entre protección y exposición que a menudo es difícil de conseguir, pero es necesario para reducir el tiempo de nuestra recuperación.
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Confundir molestias con dolor o algo que se está haciendo mal. El dolor es una señal del cuerpo para avisarnos de que algo va mal y por tanto para que tomemos medidas para solucionarlo. Durante el proceso de reentrenamiento auditivo es normal sentir algunas molestias que en ocasiones pueden ser confundidas como uno de esos avisos del cuerpo, lo que nos lleva a tomar medidas erróneas como evitar aún más la exposición al sonido. Esto ocurre especialmente en las personas con hiperacusia severa, ya que esas molestias pueden llegar a asustar, pero solo son eso, molestias normales que acabarán desapareciendo a medida que se mejore la tolerancia al sonido. Es normal que al principio se produzca esta confusión porque no conocemos cómo se comporta esta dolencia, pero al final se aprende a diferenciar entre uno y otro.
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Subestimar el miedo y la ansiedad. Es natural que cuanto más tiempo se lleva con hiperacusia, cuantas más recaídas se hayan producido, y cuanto peor sea la severidad de la hiperacusia, más miedo se le empieza a tener a los sonidos y más ansiedad producen. Es decir, se desarrolla misofonía o fonofobia. Es asombroso cómo el miedo puede convertir un sonido inofensivo en algo que nos suena demasiado alto e incluso nos puede hacer recaer. Y además no es fácil darse cuenta uno mismo que ha desarrollado esa forma de hipersensibilidad, pues para nosotros es natural tener una precaución extrema con los sonidos, ya que no queremos volver a recaer o sufrir dolor. Pero esta actitud es más perjudicial de lo que parece.
El miedo y la ansiedad obstaculizan o bloquean la capacidad de recuperación, y por tanto es muy importante prestar atención a este punto. Hay que enfrentarse al sonido sin miedo, aunque con precaución, y hay que evitar tener una respuesta negativa hacia los sonidos que nos molestan. Los pensamientos positivos y un estado de ánimo relajado y alegre facilitan la plasticidad cerebral.
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Suspender la terapia hasta que las molestias o el dolor desaparezcan. Ciertamente tras una sobreexposición es conveniente hacer reposo para que los oídos se recuperen pero no durante más de unas pocas horas. Transcurrido ese tiempo de reposo hay que volver a exponerse a sonido, ajustando el volumen cuanto sea necesario. Esperar a que las molestias o el dolor desaparezcan por completo antes de reanudar la terapia es un error sencillamente porque puede que no desaparezcan hasta que la hiperacusia mejore.
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La impaciencia. Recuperarse de la hiperacusia es un proceso bastante largo y debemos ser pacientes y constantes. Es un proceso que lleva su ritmo y no se puede acelerar. Tratar de hacerlo acabará muy probablemente en una recaída, de modo que se conseguirá exactamente el efecto contrario que se pretendía.
CONSEJOS
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Evitar la exposición a sonidos intensos. No hay que olvidar que el poder de un sonido de hacernos daño reside en tres variables: la intensidad del sonido, el tiempo de exposición al sonido, y la frecuencia del sonido. Nos solemos fijar solo en la primera y es un error. Un volumen moderado durante un tiempo de exposición largo también puede hacer daño. Y un sonido grave o agudo puede hacer más daño que uno en frecuencias medias. A partir de 85 dB los sonidos pueden provocar daños irreversibles en el oído interno. El tiempo de exposición seguro va desde las 8 horas para 85 dB a los 8 segundos para 121 dB. En un concierto de rock se alcanzan entre 110 y 140 dB. Si es inevitable exponerse a estos niveles hay que usar protección auditiva.
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Evitar el uso de auriculares. Los auriculares tienen la particularidad de que es más difícil darnos cuenta de que el sonido que estamos enchufando a los oídos es muy alto. El sonido está muy cerca del oído y es más fácil hacerle daño. Hay que tener cuidado con el volumen y no olvidar el tiempo de exposición.
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Evitar llevar tapones muchas horas seguidas. Aparte del riesgo que tiene el abuso de protección auditiva que ya he comentado anteriormente, el llevar tapones muchas horas seguidas cada día puede hacer que los oídos empiecen a doler, aunque solo he notado esto con los tapones que bloquean totalmente el conducto auditivo. Con los tapones con filtro no ocurre.
Pero si nos encontramos en un entorno demasiado ruidoso es preferible llevar tapones durante horas a sufrir recaídas. Si es posible, podemos probar a hacer algunos descansos.
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Usar el reproductor disponible con mayor número de niveles de volumen. Algunos reproductores tienen un total de 15 niveles, otros hasta 50. Cuanto mayor número de niveles tenga el reproductor, menor será la diferencia de volumen entre un nivel y el siguiente, lo que significa que cuando nos toque subir el volumen durante la terapia sonora nos será más fácil y menos arriesgado escuchar el nuevo volumen.
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Usar intrauriculares con cascos protectores encima. Si en el lugar en el que nos encontramos se prevee que haya ruido que nos obliga a usar protección auditiva durante mucho tiempo, una solución para que nuestros oídos sigan siendo estimulados con sonido puede ser colocarnos intrauriculares, que al introducirse en el canal auditivo, permiten que nos coloquemos cascos encima y así ofrecer la protección que necesitamos.
El método para tratar la hiperacusia es sencillo pero llevarlo a la práctica puede ser bastante difícil. Requiere una alta dosis de paciencia, constancia, sacrificio y compromiso. La hiperacusia es un trastorno muy poco conocido por los profesionales de la medicina y que tiene aún muchas cuestiones sin resolver, lo que nos puede complicar aún más tener éxito en el tratamiento de nuestro caso particular. Sea como sea, no importan los obstáculos que aparezcan en nuestro camino, no debemos tirar la toalla, no debemos rendirnos nunca. Si algo no funciona, debemos probar otra cosa. Porque a pesar de todo, hay esperanza para la hiperacusia.
Si tenéis más dudas no dudéis en preguntar, os atenderé de la mejor forma que pueda.
Mucha suerte y mucho ánimo.
Un saludo.