Voy a contar mi experiencia con los acúfenos por si sirve de ayuda.
Tengo varios acúfenos en ambos oídos. No me he molestado en medir la intensidad pero se oyen bien altos y desde luego no necesito estar en silencio para escucharlos. Cuando aparecieron, como casi todo el mundo, tenía problemas para dormir, me obsesioné con ellos, los vigilaba día y noche, medí sus frecuencias, me anguastiaba ver cómo aparecían nuevos acúfenos a pesar de cuidar mucho a los oídos, me preocupó mucho cuando apareció uno que se asemejaba al ruido de un camión hormigonera...
Pero los acúfenos pronto pasaron a no suponer el más mínimo problema para mí. Esto ocurrió básicamente por dos motivos. El primero fue leer este
artículo en el que comprendí mejor lo que era realmente un acúfeno y me ayudó a romper la asociación negativa que tenía hacía ellos, que es el auténtico alimento que los mantiene vivos y que les da capacidad de crear angustia y sufrimiento. El segundo fue que además de acúfenos tengo hiperacusia, y esta llegó a ser muy severa.
Conozco el profundo impacto que pueden tener los acúfenos en la vida de una persona. Sin embargo, el haber sufrido un grado tan severo de hiperacusia ha empequeñecido mi percepción de la gravedad del problema que pueden suponer los acúfenos hasta tal punto que compararlos me resulta completamente ridículo. Para mí comparar los acúfenos con la hiperacusia es como poner a la misma altura la gravedad del picor de un pequeño eccema sin importancia con un cáncer.
Para contextualizar, me vi en una situación de empeoramiento progresivo que ningún médico sabía resolver y que acabó forzándome a aislarme prácticamente las 24h del día en una pequeña habitación durante casi dos años. Mi umbral de tolerancia se situó sobre los 35 dB, lo que en la práctica significa que prácticamente no puedes tolerar ningún sonido del día a día. Exponerme a los sonidos cotidianos sin control me provocaba un dolor insoportable en los oídos que se extendía a la garganta y me dificultaba la respiración. Debía taparme los oídos para usar los interruptores de la luz, para entrar en la cocina tenía que apagar la nevera, ducharse era una actividad muy arriesgada que trataba de posponer tanto como era posible, el verme forzado a hacer una llamada telefónica me provocaba sudoración, respiración entrecortada y pulso acelerado. El encierro no me libraba de la tortura de tener que protegerme contínuamente de ladridos de perros, ruido de tráfico, portazos de los vecinos, niños gritando, el ruido de los jardineros, o la actividad normal de las personas que vivían conmigo que resultaba insoportable a pesar de sus esfuerzos por hacer el menor ruido posible. Al mismo tiempo que todo esto, debía evitar el abuso de protección auditiva por empeorar los síntomas y dificultar la recuperación. Y esto solo son unos pocos detalles de la odisea a la que me tuve que enfrentar.
Viví un auténtico infierno, una experiencia atroz, terriblemente cruel e inhumana, algo por lo que nadie debería pasar no importa el daño que haya causado. Y sin embargo, debo estar agradecido porque pese a las enormes dificultades encontré una forma de revertir la situación y recuperar gran parte de mi vida. No se puede decir lo mismo de otras enfermedades.
La capacidad de hacer sufrir de una patología no es absoluta sino relativa, depende mucho de cómo reaccionemos ante ella, depende mucho de nuestra percepción y nuestra actitud, de si decidimos anclarnos en la autocompasión y el victimismo o decidimos ponernos manos a la obra para encontrar una solución que puede que no sea la que más nos gustaría, pero que sin embargo nos permite seguir con nuestra vida y recuperar la felicidad. Hubo un momento en que los acúfenos fueron una tragedia para mí, y esos mismos acúfenos, que a día de hoy siguen igual, pasaron a ser algo insignificante sin medicamentos y sin la ayuda de médicos o psicólogos. Solo cambié yo, cambió mi percepción sobre el problema.
El absurdo de cómo una misma cosa puede ser una tragedia y algo insignificante al mismo tiempo me sirvió para comprender el potencial del que todos disponemos para hacer frente a la adversidad. Yo lo conseguí y no tengo ninguna capacidad innata especial para hacer frente a las dificultades que me distinga del resto de la sociedad. Que de la noche a la mañana algo de lo que ni habías oído hablar ponga patas arriba tus sueños, tu futuro, toda tu vida, es una prueba extremadamente dura. Como mucho otros, yo tuve algunos momentos de profundo y sincero deseo de terminar con mi vida. Todos mis esfuerzos parecían caer en saco roto, no veía ninguna solución, cuando parecía que no había lugar para más sufrimiento éste seguía creciendo. Hoy, tras haber dejado atrás aquel sufrimiento extremo, tras haber salido de esa oscuridad en la que no se piensa con claridad, no se ven las cosas tal como son, agradezco haber peleado por encontrar una forma de tratar mi problema y no haber cometido ningún error irreversible.
Según mi experiencia, la clave para superar una situación tan difícil es ser muy paciente, no exagerar la gravedad del problema, tratar de aceptar la nueva situación e involucrarnos al máximo en encontrar una solución, no tratar de controlar la situación sino dejar que las cosas sigan su curso y se vayan poniendo en orden con el tiempo. Se supone que debían ser los médicos los que me curaran, es lo lógico, es lo que todos esperamos, pero la vida es compleja y muchas cosas no son como deberían, hay que saber adaptarse. Si yo hubiera dejado en manos de los médicos mi recuperación estoy absolutamente convencido de que hoy seguiría encerrado en una habitación.
Si cuando aparecieron los acúfenos y la hiperacusia me hubieran dicho a lo que me tendría que enfrentar, ni por asomo me hubiera creído capaz de soportar lo que finalmente soporté, pero en situaciones extremas salen fuerzas que ni sabías que albergabas. Está bien llorar, maldecir, estar triste, pero solo si es temporal y sirve para levantarse y seguir luchando. No hay que dejarse engañar por cómo se ven las cosas cuando estamos en el pozo, pues nada de eso es real.
Creo que si realmente te esfuerzas y no tiras la toalla tarde o temprano la solución acabará llegando, a veces de forma aparentemente milagrosa, aunque pueda parecerte imposible en este momento.