EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA AUDITIVO

Nos proponemos describir de forma esquemática la anatomía de los oídos y explicar cómo realizan sus funciones y describir las causas de la pérdida auditiva. La pérdida de capacidad auditiva, que suele tener lugar en personas de edades avanzadas, aunque hay casos de pérdida auditiva a partir de los 12 años de edad, es en muchos casos la causa de los acúfenos, lo que justifica que prestemos nuestra atención al funcionamiento del oído.

Los oídos son un órgano delicado y sensible. Los sonidos del entorno producen leves cambios en la presión del aire, que son detectados por los oídos y enviados al cerebro para que los procese, es decir,  identifique tanto la naturaleza del sonido como a quién o qué lo emite. El sentido del oído es increíblemente versátil, puede detectar sonidos de muy baja intensidad, determinar si el sonido proviene de una fuente cercana o lejana, e incluso identificar un sonido concreto en un ambiente ruidoso con muchos sonidos distintos. En los oídos también reside el sentido del equilibrio. El oído se divide en tres secciones: el oído externo, el oído medio y el oído interno.

Oído externo

Es la parte exterior y reside en la oreja, conocido como el pabellón auditivo. Su objetivo es recoger todo lo posible el sonido existente en el area que lo rodea. Los sonidos recogidos entran por un paso estrecho denominado canal auditivo.

Oído medio

 El oído medio amplifica el sonido percibido por medio de una membrada delgada que conocemos como tímpano, la cual separa el oído externo del oído medio transmitiendo las vibraciones sonoras al oído medio. Tres huesos muy pequeños, denominados osículos amplifican el sonido. Son el martillo que conecta con el tímpano, la inclusa que está conectada al martillo y el estribo (el hueso más pequeño del cuerpo humano) conectado a la inclusa. El tímpano vibra cuando las ondas sonoras inciden en él, y esta vibración mueve a los tres osículos transmitiendo el sonido al interior del oído. Al mismo tiempo, la trompa de Eustaquio, un tubo muy delgado, conecta el oído medio con la garganta lo que permite mantener la presión ambiental en el oído medio, y transmitir los sonidos correctamente. Una persona puede alterar la presión en sus oídos forzando el aire en los tubos de Eustaquio.

Oído interno

Una vez que los osículos han transmitido y amplificado el sonido, éste entra en la cóclea, un pequeño tubo arrollado en forma espiral relleno con el líquido que se encuentra en el oido interno. Contiene una membrana interna, denominada membrana basilar cubierta de células ciliares. El sonido transmitido desde el tímpano por los tres osículos provoca movimiento en el líquido y a su vez en las células ciliares, las cuales transforman su movimiento en una corriente que el nervio acuditivo lleva al cerebro.

Las células ciliares de la cóclea están especializadas. Según la frecuencia del sonido percibido son activadas distintas áreas de la cóclea, y el cerebro recibe la información sobre la frecuencia del sonido percibido según las distintas áreas activas de la cóclea, la cual envía esta información a lo largo del nervio auditivo.

El nervio auditivo también vehicula información del cerebro a la cóclea. Las fibras de este nervio nos permiten ignorar algunos sonidos, permitiéndonos concentrar en un sonido que nos interese entre otros muchos sonidos. Por ejemplo, cuando tenemos una conversación en un espacio muy ruidoso, las fibras del nervio auditivo permiten focalizar nuestra audición en una voz ignorando los demás ruidos.

Hay distintas causas que llevan a la inutilización de las células ciliares, siendo la más común la presbiacusia propia de personas de edad avanzada. Estas células dañadas no se recuperan espontáneamente, y por ahora no disponemos de fármacos ni de terapias que permitan regenerarlas.

Frecuencia e intensidad del sonido

La frecuencia corresponde al número de vibraciones por segundo del sonido emitido. Se mide en hertz (hz). El oído humano es capaz de identificar sonidos con frecuencias situadas entre 40 y 20.000 hertz en perfectas condiciones de laboratorio. La intensidad es otra medida de volumen que se mide en decibeles (db).

La habilidad auditiva varía significativamente de una persona a otra, tendiendo a declinar especialmente con la edad, especialmente en las frecuencias elevadas. La mayor parte de los sonidos habituales tienen frecuencias entre 250 y 6.000 hertz, aunque los oídos están más habituados a sonidos entre 2.000 y 5.000 hertz.

En cuanto a la intensidad, los humanos podemos detectar sonidos de 0 a 140 decibeles, aunque debe tenerse en cuenta que a 140 dB, e incluso en intensidades algo menores, el sonido puede dar lugar a una sensación dolorosa en los oídos.

Los oídos y el equilibrio

El oído es vital para mantener el equilibrio. El oído interno contiene el sistema vestibular, un parte del cuerpo humano que es responsable de la orientación espacial y de la coordinación de los movimientos en relación al equilibrio. Tres canales llenos de fluidos, denominados canales circulares situados por encima de la cóclea detectan los movimientos de la persona. Uno de los canales detecta los movimientos verticales (arriba y abajo), el otro los movimientos horizontales (a un lado y a otro) y el último detecta inclinaciones.

El fluido en los canales circulares se mueve cuando la persona mueve su cabeza. Los canales contienen miles de células sensitivas de forma ciliar (pelos) las cuales se doblan cuando el fluido del interior se mueve. Este movimiento de las células ciliares es la información que recibe el cerebro sobre el movimiento realizado.

Pérdida auditiva

Un elevado número de causas pueden ser el origen de la pérdida auditiva en una persona: edad avanzada, enfermedades genéticas, estar sometido con frecuencia a ruidos intensos sin protección acústiuca, distintas patologías, estilo de vida, etc. Hay dos tipos de pérdida auditiva: conductiva y sensorineural. La primera tiene lugar cuando el sonido no puede viajar a través de los oidos externo y medio: exceso de fluidos en el oido medio, una infección en el oído, daños en uno de los osículos, e incluso un tapón de cera en el oído externo. Se trata de un tipo de pérdida auditiva que puede ser tratada con éxito. Las lesiones en el oido interno constituyen las más comunes formas de pérdida auditiva permanente: la pérdida auditiva sensorineural. En algunos casos se aprecian ambas tipos de pérdida auditiva, conociéndose como pérdida auditiva mixta. La pérdida auditiva puede ser bilateral si afecta a los dos oídos, o unilateral si afecta solo a uno de los oídos.

Algunas de las causas de pérdida auditiva pueden ser:

  • Exponerse a ruidos extremadamente intensos por un corto tiempo; como una explosión.
  • Exposición a ruidos intensos en largos períodos de tiempo: suele ocurrir en personas trabajando en ambientes ruidosos sin protección acústica.
  • Lesiones, como traumas en la cabeza, que pueden dañar el tímpano u otros elementos del oído medio.
  • Fumar. Un estudio realizado en 2019 relaciona fumar con un aumento del riesgo de sufrir pérdida auditiva neurosensorial.
  • Otosclerosis. Esta condición afecta a los tres osículos, bloqueando su movimiento.
  • Enfermedad de Ménière’s. Puede causar mareos, pérdida auditiva sensorineural y acúfenos.
  • Neurinoma del acústico. Es un tipo de tumor que causa acúfenos y una sensación de bloqueo del oído.
  • Presbiacusia. Se refiere a la pérdida auditiva debida a la edad avanzada. Es la más común de las causas. Los sonidos se perciben con menor intensidad y resulta dificultoso seguir algunas conversaciones.
  • Formación de cera en el oído externo. Esta causa es de fácil resolución.
  • Prescripción reiterada de algunos fármacos denominados ototóxicos que pueden lesionar los oídos medio e interno, además de provocar acúfenos.

Los acúfenos

Desconocemos por completo los mecanismos causales de los acúfenos. Sabemos que aparecen con frecuencia asociados a otros trastornos, como la pérdida auditiva o el estrés, pero ello no demuestra que éstos sean los principales factores causantes. De hecho, la mayoría de personas afectadas de hipoacusia o de estrés no padecen acúfenos, afortunadamente. En algunos casos, los acúfenos han desaparecido tras la eliminación quirúrgica de la cóclea, pero no siempre, por lo que no se trata de un problema del oído, sino que debe residir también en el cerebro (ya que somos conscientes de él) estimulando de algún modo las vías nerviosas vinculadas a la audición.

Al reflexionar sobre los acúfenos hay que tener en cuenta que el sistema auditivo descansa sobre un equilibrio muy complejo. Tenemos células ciliadas en el oído que reaccionan al sonido y nos informan enviando señales al cerebro a través del nervio auditivo. Es la vía aferente. Pero el esquema no finaliza aquí. Poseemos células que reaccionan al silencio, no al sonido y la mayoría de células ciliadas no envían, sino que reciben principalmente órdenes del cerebro. Unas vías que conocemos como inervación eferente que sería la responsable de seleccionar qué es lo que queremos escuchar. Investigaciones recientes apuntan a un desequilibrio entre las vías aferente y eferente como posible inicio de los acúfenos. Una hipótesis no comprobada pero que resulta bastante probable una vez comprendemos el difícil equilibrio que caracteriza la fisiología auditiva. Además, nuestro cerebro no procesa la información de forma pasiva, esperando la llegada de los estímulos externos, sino que anticipa, imagina los sonidos que probablemente van a llegar, haciéndonos vivir en una realidad acústica virtual, del mismo modo que ocurre con los otros sentidos.

Nuestro problema es que estos conocimientos no nos han proporcionado todavía una posible solución terapéutica segura y efectiva para tratar los acúfenos.