La importancia de nuestros pensamientos sobre los acúfenos y la hiperacusia

En textos sobre los acúfenos se suele explicar que los afectados debemos llevar el acúfeno al área inconsciente del cerebro para que, aunque suene, no lo percibamos la mayor parte del tiempo, ya que si lo mantenemos en el área consciente lo percibiremos continuamente lo que nos puede ocasionar los efectos indeseables que ya conocemos: falta de concentración, insomnio, malhumor, ansiedad, depresión, etc.

Las terapias cognitivo-comportamentales tratan de ayudar al paciente para que «aloje» su acúfeno en el área inconsciente de su cerebro, y cuando lo consigue el paciente, aunque sigue con su acúfeno la mayor parte del tiempo, ni lo percibe ni se acuerda de él, e incluso cuando lo percibe no le resulta aversivo.

Hay muchas actividades habituales que la persona pasa de su consciente a su inconsciente de una forma automática, es decir, sin que se lo proponga, aunque es verdad que en el caso del acúfeno debe ser una acción voluntaria que no siempre resulta fácil de llevar a cabo.

Veamos un ejemplo. Una persona se viste por la mañana al terminar sus horas de sueño. Al ponerse la ropa ésta roza los terminales nerviosos de su piel, los cuales informan al cerebro que está vestida, y si llaman a su puerta abre sin problemas ya que sabe que está vestida, pero no piensa en ningún momento que está vestida, es decir, el hecho de vestirse lo ha llevado automáticamente al inconsciente. Si llaman a su puerta cuando aún no se ha vestido, normalmente no abrirá hasta vestirse ya que en su consciente existe la información de que está sin vestir.

Cuando el acúfeno o algunos sonidos exteriores se reciben como una molestia, dan lugar a cambios en el nivel de estrés, en el humor, e incluso en el comportamiento. La atención se vuelve más selectiva focalizándose en el acúfeno o en los sonidos exteriores. Inevitablemente ello es un motivo de preocupación. Sabemos además que a medida que el malhumor aumenta, también aumentan los problemas, y el pensamiento se vuelve más y más negativo. Se trata de un círculo vicioso en el que el afectado se ha instalado.

Sabemos también que cuando más molesto es el problema, los cambios en el comportamiento son más pronunciados. Si se piensa en el acúfeno o en los sonidos exteriores como cosas que comprometen su bienestar, e incluso su supervivencia, el paciente adoptará estrategias con la esperanza de reducir estas molestias. Por desgracia, estas estrategias mantendrán las molestias en la mayor parte de los casos. Por ejemplo, evitar sonidos hará al sistema auditivo más sensible, lo que dará lugar a que incluso los sonidos menos intensos sigan impactando, además de mantener al paciente focalizado en su acúfeno o en su hiperacusia.

El poder del pensamiento

Hay personas que creen que con respecto a sus problemas auditivos (acúfenos, hiperacusia, pérdida de audición) solo se puede pensar de forma estresante. Los ven como intrinsicamente estresantes y entonces el trastorno es inevitable. Recuérdese que tanto la investigación como la experiencia clínica nos dicen que no siempre es así, que hay personas con acúfenos que lo soportan sin los trastornos enunciados.

La primera medida a adoptar en el camino a «alojar» el acúfeno en el área inconsciente del cerebro es reconocer que los pensamientos tienen gran influencia en lo que se siente. Vamos a ilustrar esta cuestión con un ejemplo que nada tiene que ver con el acúfeno ni con la hiperacusia, ya que suele ser más fácil poner de relieve esta relación entre pensamiento y sentimiento con hechos ajenos a los que causan el trastorno.

Imaginemos que el paciente viaja en un tren que está muy lleno, lo que le obliga a viajar de pie, y otro pasajero le da por la espalda un golpe con su maleta. ¿Qué siente? La respuesta más común será que nuestro paciente se sienta incomodado. Es importante preguntarse la causa de que se sienta incomodado, o por cualquier otra emoción que experimente. Para responder, debe preguntarse ¿qué ha pensado de la persona que le ha golpeado con la maleta? La mayor parte de los pasajeros dirían: Es una persona descuidada o Lo ha hecho deliberadamente. Este pensamiento, a causa de la incomodidad generada, es lógico. Sin embargo, si el paciente supiera que la persona que le ha golpeado es ciega, ¿pensaría lo mismo? Probablemente lo encontraría irrelevante, e incluso simpático. ¿Por qué, que pasó por su mente? Probablemente, pensaría: Es ciego, y el golpe que me ha dado en la espalda es un accidente.

La forma en la que siente (C en la figura) está asociada a la forma como piensa (B en la figura), y la propia situación (A en la figura) no determina su sentimiento o emoción.

Pero si la misma situación hubiera generado pensamientos diferentes al descrito, entonces el estado emocional o sentimiento hubiera sido distinto (A, B1 y C1).

Los pensamientos que ocupan la mente del paciente y provocan las emociones o sentimientos descritos son pensamientos automáticos ya que ocurren sin que el paciente se lo proponga. Naturalmente, no pensamos sobre cada nueva cosa que nos ocurra de una forma aislada de las demás cosas que nos ocurren, y tampoco pensamos siempre igual sobre un mismo hecho. Además el sentimiento que tenga de lo ocurrido afecta al pensamiento sobre las nuevas cosas que sucedan. Así, si el paciente se siente estresado, el pensamiento sobre un nuevo hecho tendrá un componente estresante. Si el paciente ha estado muy incomodado por los motivos que sean, el hecho de recibir un golpe de la maleta de otro pasajero la atribuirá a una persona descuidada o a un hecho deliberado mucho más que a un accidente, en tanto que uno que se encuentre calmado, e incluso feliz, lo atribuirá mayormente a un accidente. Por todo ello, los pensamientos estresantes ayudan a mantener al paciente en un círculo vicioso como el de la figura.

El proceso retroalimentado puede ser muy potente, y el cambio que tiene lugar se denomina distorsión en el pensamiento o bien distorsión cognitiva.

Las distorsiones cognitivas son reconocibles. Por ejemplo, el todo o nada, que clasifica las cosas en blanco o negro, sin admitir la existencia de grises intermedios, o crea un filtro mental que se fija mayormente en los detalle negativos.

El efecto es semejante al que sucede cuando el paciente se despierta a media noche angustiado. Los problemas parecen aplastar al paciente y hacerle creer que no tiene recursos para resolverlos. Normalmente, los pensamientos que aparecen durante el día parecen más manejables, pero una distorsión cognitiva puede llevarle a pensar que se encuentra en mitad de la noche. La consecuencia es que, aunque el problema sea real, el paciente sufre mucho más de lo necesario.

Estos pensamientos negativos automáticos tienen las características siguientes:

– No son invitados por la persona, aparecen sin querer y sin el menor esfuerzo.
– Tienen la característica de un despertar a media noche angustiado.
– No ayudan, hace sentirse mal y dificultan el progreso en cualquier terapia.
– Son involuntarios, y puede ser difícil desconectarse de ellos.

Tanto el acúfeno como la hiperacusia pueden generar muchos pensamientos distintos, y por tanto distintas emociones o sentimientos. Algunas personas creen que su acúfeno es un hecho natural a causa de su envejecimiento, y por ello no generan emociones. Para otros, al contrario, su acúfeno les hace pensar que tienen una enfermedad muy seria, que no pueden lidiar con ello, que se volverán locos, que no es justo sufrir este castigo, en cuyo caso el trastorno generado es peor que el ya citado despertar a media noche angustiado. El resultado es que los pensamientos sobre el acúfeno acaban siendo mucho más negativos de lo necesario y en consecuencia provocan mayor sufrimiento.

Además de los habituales pensamientos automáticos, las emociones o sentimientos se ven influenciados por la historia del paciente. Las experiencias vividas, particularmente en la infancia y en la juventud, conducen a determinadas posiciones sobre el mundo y sobre su lugar en el mismo, o sea que se han adoptado creencias muy profundas sobre la propia persona y sobre el mundo que la rodea, y aunque la persona no sea consciente de las mismas, estas creencias influyen en los pensamientos automáticos habituales y la respuesta a todas las situaciones, incluyendo los acúfenos. Frecuentemente personas con acúfenos están angustiadas debido a que interfieren con sus posibilidades de vivir la vida con arreglo a las reglas y a los hábitos en los que se han basado. Los perfeccionistas, por ejemplo, suelen pasarlo mal por el acúfeno y la hiperacusia a causa de sus profundas convicciones.

No estamos afirmando que hay que tener pensamientos felices sobre los acúfenos o la hiperacusia. Lo que en realidad afirmamos es que es preciso estar en guardia ante los pensamientos negativos que propician la aparición y el mantenimiento de los trastornos.

Si usted lector es escéptico en relación al poder de los pensamientos propios, pregúntese que pasaría si durante diez minutos se hartara de ellos y pudiera olvidarse de las molestias del acúfeno. La mayor parte de los que los sufren no tienen necesidad de hacer este ejercicio para conocer la respuesta.

Muchas personas explican que tratan con mucha fuerza de no pensar en su acúfeno. Por desgracia, esta estrategia funciona muy raramente, y por ello es mejor reconocer la importancia de los propios pensamientos, y tomar la firme decisión de realizar una auto-investigación sobre los mismos y cambiar cualquier tipo de pensamiento estéril y negativo que se tenga por habitual.

El propósito de llevar el acúfeno al área inconsciente del cerebro no se podrá realizar sin superar los pensamientos negativos asociados al acúfeno y a la hiperacusia.